Contador salía desde Burdeos con sólo ocho segundos sobre su gran rival, pero sabedor de sus mejores prestaciones en la lucha individual contra el crono. Nada hacía presagiar el mal rato que tendría que pasar. Al paso por el primer punto intermedio, Alberto y Andy rodaban muy parejos, lo que ya era toda una sorpresa. Pero en el kilómetro 25, el de Luxemburgo aventajaba en siete segundos al maillot amarillo. En la general virtual sólo les separaba un segundo. El Tour en un puño. La carrera parecía dar un giro inesperado.
En el coche de Astaná surge la duda: ¿le decimos la verdad o le engañamos? En las pruebas cronometradas es muy frecuente “adulterar” las diferencias con el objetivo de motivar al corredor. En la cabeza de Contador desconcierto total: “He sufrido muchísimo con las referencias. Llegó un momento en que no sabía si las referencias eran de verdad o me mentían. Llegué a dar todo por perdido”, dijo. Para Schleck, los tiempos parciales debieron ser un “subidón”, un “chute” de adrenalina. El Tour podía ser suyo.
En ese momento hizo su aparición un invitado siempre incómodo: el viento. Fuerte y contrario a los ciclistas comenzó a hacer estragos. Contador, más especialista que Schleck, se acopló mejor a la bicicleta y poco a poco los segundos fueron cayendo a su favor. En Pauillac Andy entregaba 31 segundos, Alberto resoplaba. Su tercer Tour estaba a salvo. En el otro duelo Samuel Sánchez-Menchov, por el tercer puesto, no hubo color. Desde el primer momento, el ruso se adueñó del último puesto del cajón. La etapa para Fabian Cancellara, sólo Tony Martin, inquietó a la “locomotora” suiza.
Balance
Finaliza uno de los “Tours” más igualados que se recuerdan. La diferencia entre Contador y Schleck en la general, nunca fue superior al minuto durante las tres semanas de competición. Si en el prólogo el madrileño sacaba 42 segundos, en el pavés Andy le metía 1:13. Los 10 segundos a favor de Schleck en la cima de Avoriaz, los devolvía Alberto en Mende. Los 39 segundos del “cadenazo” y la crono del penúltimo día hicieron el resto.
El duelo entre español y luxemburgués, unido a su juventud (27 y 25 años respectivamente) nos augura más emociones de cara a las próximas ediciones. Este podría ser el inicio de una de esas rivalidades históricas. Las incógnitas que muchos se plantean, irán desde si la amistad entre los dos contendientes nos privará de un mayor espectáculo; hasta saber si la estrecha relación soportará más capítulos como los de la recién terminada edición.
Estas tres semanas nos dejan otra conclusión: el final de una generación. Con el adiós definitivo de Armstrong, el ocaso de gente como Leipheimer, Kloden, Sastre Evans o Basso y las dudas que despierta Menchov, a pesar del tercer puesto, el relevo parece consumado. Esperemos que el Tour y el ciclismo en general, no se convierta en esa “patraña de niñatos” que apuntaba Carlos Sastre.
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