El Tour a veces nos depara situaciones extrañas, cuando menos te lo esperas un accidente, un golpe, un corte o una racha de viento hacen saltar todas las previsiones por los aires. Algo así ocurrió en la etapa de ayer. Camino de Spa, con el suelo mojado por la lluvia, una de las motos de la carrera cayó al suelo añadiendo aceite a lo que ya era una pista de hielo. El resultado: más de 30 corredores besando el asfalto; entre ellos Contador, Armstrong, Frank y Andy Schleck, siendo éste último el más perjudicado.
El caso es que favoritos como Menchov, Sastre o Evans, que habían conseguido evitar la caída, se encontraron con 30 kilómetros por delante y la oportunidad de “eliminar” de la carrera a tan ilustres candidatos a la victoria final. Contador y Armstrong no tuvieron problemas para reintegrarse, pero los Schleck marchaban ya con tres minutos de retraso. En esos momentos siempre surge el eterno debate: tirar o esperar a los caídos.
En el recuerdo de todos siempre está la drámatica caída de Ocaña bajando el col de Menté en el 71, allí ni Merckx ni nadie esperó al español que se dejó el Tour en aquella cuneta. Lo mismo hizo Armstrong con Zülle en el 99, en el Paso de Gois; con Beloki en 2003 bajando la Rochelle o con Mayo en 2004 con el pavés por medio. Es cierto que en el caso de Beloki (no pudo levantarse) de nada habría servido parar. Pero con Zülle y Mayo, el americano aprovechó para sacar el máximo partido de sus percances.
También está el caso contrario. Ullrich se salió de la carretera en 2001, en un descenso camino de Saint Lary y Armstrong le esperó en un gesto aplaudido por todos. El alemán devolvió el favor dos años después, cuando Lance se enganchó con un espectador subiendo Luz Ardiden, con los dos rivales jugándose el Tour. Para muchos, en aquella ocasión Ullrich pecó de ingenuo.
Volviendo a la jornada de ayer, en el grupo de los “intactos” también marchaba el líder Fabian Cancellara. En ese momento el suizo se convirtió en el “capo” o portavoz del pelotón y decidió que el ritmo se aminorara, había que esperar a los cortados. “Espartaco”sacrificaba así su maillot amarillo, en favor de Chavanel, con el fin de salvar a los Schleck, compañeros de equipo. El resto aceptó consumando así el indulto.
Al final etapa y liderato para Chavanel. El pelotón entraba a más de tres minutos en modo “manifestación”, protestando por la peligrosidad del recorrido, todo ello bajo la supervisión de Cancellara. Los heridos se “lamían” las heridas mientras gente como Sastre, Menchov o Evans, se preguntaban si habían perdido una oportunidad de oro. Así es el ciclismo y las caídas. En ocasiones hay que parar y esperar alegando juego limpio y otras veces se sigue hacia adelante, justificándose en que son circunstancias de la carrera.
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