domingo, 11 de julio de 2010

Con la ilusión por bandera

En pocas horas, España disputará por primera vez en su historia la final de un Mundial de Fútbol. Estamos ante una ocasión única, un momento inolvidable. Las sensaciones vividas a lo largo de este día son totalmente nuevas, hasta ahora desconocidas. Conforme se vaya acercando el inicio del partido, los nervios irán aumentando. Está en juego la ilusión de 46 millones de españoles. Gente como Manolo “el del Bombo” por ejemplo. Un personaje entrañable donde los haya. Hace unos cuantos años tuve un encuentro inesperado con él.

Era el mes de junio de 1998, víspera del Mundial de Francia. Un amigo y yo estábamos en la calle, sentados en un banco. Los dos llevábamos puesta la camiseta de la selección española. Mi amigo con el 12 y el nombre de “Sergi” a la espalda; yo llevaba el 7 y “Raúl”, cuando de repente, nos “abordó” un hombre vestido de rojo y nos dio una palmada en la espalda “¿qué tal chavales?

Mi compañero y yo nos miramos perplejos. Sí, era él, Manolo “el del Bombo”. Aquel hombre tan simpático que siempre veíamos por la “tele” en los partidos de España, estaba frente a nosotros, con uno de esos polos tan característicos de la marca “Rasán”. Transcurridos unos segundos asimilando la situación, el bueno de Manolo nos preguntó si teníamos previsto acudir al Mundial. Nuestra respuesta, evidentemente, fue negativa y él nos consoló con un “bueno tranquilos, todavía sois jóvenes, otra vez será”.


Estuvimos un buen rato hablando de fútbol, concretamente, sobre la cita mundialista y la selección española, sus jugadores, los rivales, etc. Por supuesto, los tres nos veíamos con posibilidades de hacer un buen papel en la Copa del Mundo. El entusiasmo y la devoción con la que hablaba podían convencer a cualquiera, ¿por qué no iba a ser ésta nuestra ocasión? Soñábamos con una hipotética final ante Brasil. Ilusos. No hace falta recordar lo que ocurrió durante la competición.

Minutos más tarde, Manolo se despidió de nosotros. “ya nos veremos”, su vuelo hacía París salía en unas horas. Nos dio un abrazo a cada uno y se marchó sin más, con una sonrisa de oreja a oreja y cargado de ilusiones. Al día siguiente, camino del colegio, mi amigo y yo todavía recordábamos el insólito encuentro, sabíamos que nuestros compañeros de clase no nos creerían y así fue. Tampoco nos importó, los dos sabíamos que era verdad y eso nos reconfortaba.

Han pasado 12 años y las cosas han cambiado bastante. Hoy nuestra ilusión es, si cabe, todavía mayor. Tenemos suficientes motivos para soñar y estar orgullosos de lo conseguido por este equipo. Cuando nuestros jugadores salgan al césped del Soccer City de Johannesburgo, todo un país estará detrás empujándoles hacia la victoria. Allí estará Manolo y su bombo, como lleva haciendo 32 años. Llevamos toda la vida esperando este momento. No vamos a fallar. ¡Podemos!

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