Lance Armstrong está recuperando durante este Tour, sensaciones ya olvidadas. Aquellas que sentía antes de padecer cáncer, cuando todavía no era aquel ciclista indestructible. Largas jornadas sin otra motivación que llegar a meta evitando el fuera de control, esperando tu oportunidad, el momento de gloria. Como en Verdún en 1993, cuando consiguió su primera etapa, o en Limoges dos años después, donde dedicaba la victoria a su compañero Fabio Casartelli, fallecido días atrás en una fatídica caída.
Hoy volvía a ser el día. El americano se coló en la escapada buena. Por delante cuatro de las grandes cimas pirenaicas: Peyresourde, Aspin, Tourmalet y Aubisque. Durante el recorrido, Lance tuvo tiempo de despedirse, recordando los buenos tiempos: su ataque en Sestriere en el 99, el primero de sus siete Tours. Año 2000, coronando el Mont Ventoux junto a Pantani. Camino de Alpe D´Huez en 2001, donde simuló pasar un mal día para rematar a Ullrich más tarde. La ascensión a La Mongie en 2002, codo a codo con Beloki. En Luz Ardiden donde pasó del suelo al cielo en unos instantes en 2003, el Tour más difícil de todos. Certificando el sexto, en Plateau de Beille (2004). Cerrando el hito de los siete consecutivos en Courchevel (2005).
Este será el último Tour para Armstrong. Muchos no entendieron su regreso a la competición el año pasado. Algunos psicólogos aseguran que Lance necesitaba volver para sentirse derrotado, se sentía insatisfecho. Suena irónico. Tras ganar su séptimo Tour consecutivo, el texano decidió retirarse invicto. Todos los grandes: Anquetil, Merckx, Hinault, Induráin probaron el sabor de la derrota, todos hincaron la rodilla tarde o temprano, así entendieron que el momento de marcharse había llegado. Tras este año, Lance podrá irse tranquilo, está aprendiendo a perder, redescubriendo otro Tour, el de los jornaleros.
Hombres como Carlos Barredo, que aún no han probado las mieles del éxito en la ronda gala. El asturiano saltó del grupo de cabeza a más de 30 kilómetros de la meta. Rodando en solitario por la carretera, su ventaja nunca superó el minuto. Finalmente, fue capturado al paso por la pancarta de los últimos mil metros. El final más cruel para un escapado. Horas remando para morir en la orilla. En Pau fue Pierrick Fedrigo el que levantó los brazos. Sexta victoria francesa en este Tour en la ciudad más “española”: ocho victorias parciales para los nuestros a lo largo de la historia.
Mañana toca descanso antes de afrontar el esperado final de etapa en Tourmalet. Contador y Schleck volvieron a vigilarse de cerca, tras el “cadenazo” de ayer. En la mente de Alberto sólo cabe aferrarse al amarillo y coronarse por tercera vez en París. Dentro de Andy hay unas ganas tremendas de desquitarse. Rabia y bilis en el estómago, mucha bilis.
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