jueves, 14 de octubre de 2010

Dorsal 51 se traslada

Como algunos ya sabeis, he iniciado una nueva andadura en Terra. De esta forma "Dorsal 51" se traslada a Terra Deportes y pasa a denominarse "El cuentakilómetros". Allí hablaremos de la actualidad del Mundial de motocilismo, la Fórmula 1 y por supuesto ciclismo. Espero que os guste.

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lunes, 20 de septiembre de 2010

Un final memorable


La espera mereció la pena. Después de tres semanas y 19 etapas por la geografía española, la Vuelta tuvo un final grandioso. El ingrediente que le faltaba a esta edición para ser recordada por todos los aficionados. No hizo falta que el duelo lo protagonizaran dos estrellas reconocidas. El escenario se encargó de elevar el nivel de la contienda hasta límites insospechados. La Bola del Mundo no defraudó y la carrera se beneficiará de este hallazgo en los próximos años.


La etapa se corrió a un ritmo de vértigo. El Xacobeo-Galicia salió dispuesto a no hacer concesiones, con el fin de que Mosquera pudiera disponer de las bonificaciones en la meta. Así, se subió sin respiro la Cruz Verde, el Alto del León y Navacerrada por primera vez. En la segunda ascensión, por la vertiente madrileña, el pelotón ya estaba encima de los fugados. Camino despejado para Ezequiel.


Frank Schleck fue el encargado de encender la traca a cinco kilómetros de la meta (dos para el inicio de La Bola del Mundo). Un acelerón sostenido, sin alardes. Unos 200 metros sin sentarse en el sillín. La lanzadera perfecta para Mosquera que no lo dudó ni un instante. Ahora o nunca. Sin mirar atrás. Ezequiel lanzó el guante y Nibali lo recogió. Los dos solos hasta el final. Tras un kilómetro de tira y afloja, ambos aspirantes se presentaron juntos en la cima de Navacerrada.


Tras una curva cerrada a la derecha, les esperaba el suplicio acompañado de una sensación desconocida: cemento, en lugar de asfalto. Ese piso rugoso e irregular que les iba a torturar durante los últimos tres kilómetros. El telesilla por encima de sus cabezas. Aquello no parecía normal. Una locura intentar subir en bicicleta por esa pared.


Mosquera afrontó con entereza la primera rampa y no tardó en soltar a Nibali. El italiano sabía que tenía que regularse y administrar su diferencia. Ezequiel tenía que morirse sobre la bicicleta. Buscar un cortocircuito en las piernas y en la cabeza del líder. Durante unos metros la distancia entre ambos parecía abrirse poco a poco. Nunca subió de los 18 segundos, pero viendo la exigencia de la ascensión podía esperarse cualquier cosa.


El gallego subía casi todo el rato de pie, bailando sobre la bicicleta. Retorciéndose en cada pedalada. El líder, por el contrario, lo hacía sentado, agarrado a la cruz del manillar y apretando los dientes de dolor. Fue una lucha memorable. Cuerpo a cuerpo. Mosquera quería volar en cada golpe de riñón. Nibali sabía que si no perdía de vista a Ezequiel, la victoria sería suya. Fueron los minutos más emocionantes que se recuerdan en los últimos años de la Vuelta.


En el último kilómetro la niebla hizo acto de presencia, aportando más épica si era posible. Mosquera se guardó las últimas gotas de energía para ganar por la etapa, viendo que la general ya no era posible. A 200 metros para la llegada tenía el aliento de Nibali en la nuca, pero el italiano ya no quería más. El liderato estaba a salvo. Había sobrevivido. Veinte años después Marco Giovannetti encontraba sucesor.


Ezequiel conseguía el triunfo parcial que tantas veces se le había negado. Ambos estaban satisfechos. Se habían batido en un verdadero infierno y salieron vencedores. Los dos ciclistas obtuvieron la victoria más importante de su carrera. Uno la vuelta, el otro la etapa. El primero tiene un futuro prometedor (25 años), el segundo recibe el premio a toda una trayectoria (34 años). Se acabó la Vuelta. Por todo lo alto. En la Bola del Mundo. Donde nadie imaginaba que se llegaría alguna vez.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Momentos épicos: el milagro de Perico


Nos trasladamos al 11 de mayo de 1985. Descenso del Puerto de Navacerrada por la vertiente madrileña. Las condiciones no son las mejores para bajar a tumba abierta. Frío, lluvia, granizo, a ratos nieve y para colmo, la niebla. Hay un ciclista que arriesga más de la cuenta, conoce la bajada como la palma de su mano y se juega la vida en cada curva. Su nombre es Pedro Delgado, Perico. El segoviano siempre es recordado por su victoria en el Tour de Francia de 1988, sin lugar a dudas la más importante. Pero antes de ganar la ronda gala, protagonizó una gesta totalmente inesperada.


Se disputaba la 18ª etapa de la Vuelta a España entre Alcalá de Henares (Madrid) y Destilerías DYC (Segovia). Delgado corría en el MG-Orbea y marchaba en el 6º puesto de la clasificación general a 6´13´´ del líder, el escocés Robert Millar. Perico había comenzado la carrera con buen pie venciendo en la etapa de los Lagos de Covadonga, donde se hizo con el maillot amarillo. Sin embargo, al día siguiente perdió el liderato y desde ese momento sus esfuerzos se centraron en reducir las diferencias, sin demasiado éxito.


El líder sólo tenía que vigilar a sus dos inmediatos perseguidores: el colombiano Pacho Rodríguez y el español Pello Ruiz Cabestany (compañero de Perico). Subiendo Navacerrada, la carrera comenzó a moverse. Por delante marchaba escapado Pepe Recio, del Kelme. A pocos kilómetros de coronar el puerto, atacaba Pedro Delgado. Con decisión. Su intención es buscar la victoria de etapa en su tierra y de paso, hacer trabajar al equipo del líder, el Peugeot. Hay nieve en la cima y el frío se hace insoportable. Todos intentaban abrigarse lo máximo posible.


En el descenso, Pedro parece tenerlo claro: hay que jugarse el tipo. Apenas toca el freno antes de entrar en las curvas, las cuales toma a la perfección y sale de ellas con rabia. A esa velocidad de kamikaze no tarda en alcanzar a Recio. Entre Pepe y Perico conversan, en un primer momento no hay acuerdo, pero al final los dos deciden trabajar juntos y así intentar llegar a Segovia escapados. Por detrás, tranquilidad absoluta. A nadie le inquietan los dos fugados.


Pedro Delgado y José Recio suben a ritmo el siguiente puerto, el Alto de Los Leones. El segoviano es mejor escalador y en ocasiones tiene que levantar el pie para no descolgar a su compañero de viaje. Necesita su ayuda para que la escapada tenga éxito. En la cima, los dos ya tienen una ventaja de dos minutos y medio. Cabestany, que marchaba en el grupo del líder no daba crédito a lo que estaba sucediendo. El escocés ya se veía vencedor y daba a la mano a sus rivales, Peio y Pacho.”Habéis sido dos dignos contrincantes”.


En el llano que conduce a Segovia, los dos escapados se relevan a la perfección. La diferencia ya sobrepasa los cuatro minutos y a diez kilómetros de la llegada sube hasta cinco y medio. La Vuelta está adquiriendo un interés totalmente insospechado. Perico puede ganar La Vuelta. El director del Peugeot, Roland Berland, permanece impasible. Nadie lo entiende. La alarma debería haber saltado hace bastante rato.


Recio y Delgado se vacían, son dos autómatas pedaleando sin cesar. Desde el coche del Kelme y del MG-Orbea comunican las diferencias. Hay que morirse sobre la bicicleta La situación ha cambiado. El primero se llevará la etapa, el segundo está a punto de dar un vuelco histórico. Cuando reaccionan los del Peugeot ya es demasiado tarde. Relajación o despiste. A Millar apenas le quedan compañeros de equipo y su director busca alianzas a la desesperada. El error es imperdonable.


La meta de Palazuelos de Eresma estaba abarrotada de segovianos que vibraban con su paisano. Recio gana la etapa, tal y como había acordado con Delgado. El reloj en marcha. Tienen que pasar esos 6´13´´ para que Perico sea nuevo líder. El corazón en un puño. Pasan dos minutos. La tensión se hace insoportable. Cuatro minutos y Delgado es todo un manojo de nervios. Seis minutos y ni rastro de Millar. Pedro Delgado ha ganado la Vuelta a España. Se desata la locura. Los gritos que pegaban desde las Destilerías DYC se escucharon en Segovia, cinco kilómetros más allá. Como publicaron algunos periódicos al día siguiente: “el güisqui español fue mejor que el escocés”.


jueves, 16 de septiembre de 2010

La crono sepulta a Purito


Cuando Vincenzo Nibali cruzó la línea de llegada, a Joaquím Rodríguez todavía le quedaban cuatro kilómetros. Un mundo. Rectas interminables rodeadas de largas filas de viñedos. Al fondo, sobre una meseta, el castillo de Peñafiel. Este era el paisaje que contemplaba Purito cada vez que levantaba la mirada. Una y otra vez. Subía de nuevo la cabeza y todo seguía exactamente igual. Como si no avanzara. Una tortura que nunca llegaba a su fin.


Para el catalán, que en la víspera había dicho que podía ceder dos minutos en el peor de los casos, la contrarreloj se le hizo eterna. Un calvario recorrer los 46 kilómetros, los cuales debieron parecerle muchos más. Al final, las previsiones se doblaron (4:17 con Nibali) y Purito no solo perdió el liderato como esperaba, también el podio. Descendió del primer al quinto lugar. Todo el trabajo realizado durante estas tres semanas se iba por el desagüe en menos de una hora.


Vincenzo Nibali, más especialista en la lucha individual contra el cronómetro, tampoco vivió su día más tranquilo. En los primeros kilómetros le sobrevino un pinchazo en su rueda delantera. Los nervios se apoderaron del transalpino y del coche del Liquigas. De inmediato, comenzó un desfile de ruedas y bicicletas entre mecánico, director y corredor sin que ninguno diera con la solución. Tal era el caos, que el propio Nibali reanudó la marcha por sí solo, sin recibir el habitual impulso para coger velocidad cuanto antes. La avería puede traducirse en una pérdida de 20 segundos.


Con el paso de los kilómetros Nibali consiguió serenarse, en buena parte gracias a las referencias que le iban transmitiendo. Estaba eliminando al rival que más le inquietaba (Purito) y acercándose cada vez más a su objetivo, recuperar el maillot rojo. Pero en el horizonte comenzaba a divisarse otra amenaza. Un nuevo enemigo: Ezequiel Mosquera. El del Xacobeo Galicia realizó la crono de su vida y al final sólo perdió 18 segundos con el nuevo líder de la carrera. Moviendo un gran desarrollo y a toda velocidad por esas largas rectas, Ezequiel estaba totalmente irreconocible. Una sorpresa mayúscula.


La otra campanada de la jornada, la protagonizó Peter Velits. El eslovaco, beneficiado por el viento de cara de los últimos kilómetros, se hizo con la etapa batiendo a dos consumados especialistas como Fabian Cancellara y Denis Menchov. La victoria supone todo un salto de calidad para Velits, que ahora se sitúa tercero en la clasificación general. De no ser por su mal día en Cotobello, a lo mejor ahora estaríamos hablando de otra cosa. La auténtica revelación de la carrera.


La Vuelta se decidirá el sábado en la sierra madrileña. Allí Nibali deberá defender su renta (38 segundos) ante un español. No será Purito, como se preveía, sino Mosquera. A sus 34 años y en su cuarta participación, este gallego se encuentra ante su gran oportunidad y sin nada que perder. Les esperan Navacerrada, Los Leones y otra subida a Navacerrada rematada con el final en la Bola del Mundo. El desenlace soñado por la organización desde que diseñó el recorrido.

martes, 14 de septiembre de 2010

Un kilómetro para cambiar la Vuelta


La Vuelta da muchas vueltas” decía Joaquím Rodríguez antes de la etapa de los Lagos. Y vaya que si las da. En la ascensión a Cotobello, parecía que estábamos asistiendo a la confirmación de Vincenzo Nibali, como gran dominador de la Vuelta a España y algunos comenzaban a mirar más allá de la ronda española, como si ésta ya estuviera en su bolsillo. Hasta que llegó el último kilómetro.


La etapa no tuvo descanso y desde el principio se rodó a un ritmo altísimo, impulsado por la fuga del día en la que iban tres Euskaltel (Txurruka, Oroz y Nieve), y un infiltrado, Luis León Sánchez. En la mente de los vascos estaba brindar el triunfo de etapa a su líder Antón, caído dos días atrás camino de Peña Cabarga. La presencia del murciano del Caisse d´Epargne (a siete minutos en la general), puso a trabajar a todo el Liquigas para que el liderato no corriera peligro.


Subiendo Cotobello, la cima “Chechu Rubiera”, Amets Txurruka hizo de lanzadera para que Mikel Nieve volara hacia la cima, “Luisle” intentó mantenerse a unos metros y conservar sus opciones de etapa intactas, pero el hombre del maillot naranja tenía la obligación de honrar a su compañero y amigo y contra los sentimientos no se puede luchar.


Del pelotón de favoritos, conducido por Roman Kreuziger, saltaron Frank Schleck y Carlos Sastre, ambos con ganas de hacer daño y subir posiciones en la general. El líder, Vincenzo Nibali, parecía cómodo con la marchetta impuesta por su compañero de equipo. Purito y Mosquera afilaban el cuchillo. Así se llegó al último kilómetro, el más duro, con el grupo todavía comandado por el checo, señal de que el italiano no iba tan sobrado como parecía. De esta forma lo entendieron Joaquím y Ezequiel, dos agitadores.


El acelerón de Mosquera sirvió para eliminar a Kreuziger y dejar totalmente descubierto al “Tiburón”. La puntilla corrió a cargo de Purito, que atacó buscando esos cuatro segundos que le otorgaban el liderato y se encontró con un premio mayor, para sorpresa de todos. El maillot rojo se quedó clavado y el resto del grupo le rebasó. A Joaquím le informaron por el pinganillo. Nibali se queda. Había que morirse en aquellos mil metros. Era el momento de hacer sangre.


Mikel Nieve inscribía su nombre como primer ganador en la cumbre asturiana. Como Lejarreta en Los Lagos o “Chava” Jiménez en el Angliru. Joaquím conseguía 37 segundos sobre Nibali y recuperaba el liderato perdido en Pal. Una ventaja inesperada tal y como estaba transcurriendo la carrera. Ahora son 34 segundos a favor de Purito. Poca renta para la contrarreloj donde el italiano se desenvuelve mejor. Pero a estas alturas priman más las fuerzas que la aptitud. Lo único que está claro es que la Bola del Mundo será el juez de la Vuelta. El final soñado.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Como Barredo por su casa


A un kilómetro de la meta de Pau finalizaba la aventura de Carlos Barredo. El peor final posible para una escapada. La miel en los labios. En la llegada maldecía su suerte, pero aseguraba que volvería a intentarlo. Así son los ciclistas, duros de pelar. Siempre se levantan. Todo esto sucedía durante el pasado Tour de Francia. Ayer el asturiano buscó la victoria en Los Lagos, su casa. Esta vez no pudieron cogerle.


Los Lagos de Covadonga. Un lugar épico como pocos. Carretera estrecha con un asfalto repleto de parches. Un sitio paradisiaco y a la vez tortuoso. Escalera hacia al cielo o al infierno, según se mire. Al fondo los Picos de Europa, siempre majestuosos. Por si esto fuera poco, la lluvia no suele faltar a la cita. En ocasiones le acompaña la niebla, cegando la visión de los corredores. No ven el paisaje, solamente las rampas apareciendo a traición.


En la jornada de ayer se dieron ambas condiciones. Al paso por Cangas de Onís, antesala de la subida, caían las primeras gotas. El pelotón ya sabía lo que se le venía encima. También el grupo de escapados, con Barredo ejerciendo de anfitrión. La ventaja se antojaba suficiente para los fugados, entre ellos se encontraba el vencedor. Arriba esperaban Los Lagos dispuestos a escoger ganador.


Peter Velits fue el primero en lanzarse hacia la cima. Barredo no tardó en darle alcance. En su hábitat y perfectamente conocedor del terreno, Carlos se encontraba como pez en el agua. Había subido multitud de ocasiones en solitario y esta etapa no sería la excepción. Apretó los dientes y dejó a Velits con el molde. A su ritmo y sin mirar atrás. Al paso por la Basilica “La Santina” le hizo un guiño: “hoy no podrán contigo”.


Mientras tanto, el Liquigas de Nibali marcaba el ritmo en el pelotón sin exigir demasiado. Su jefe de filas estaba subiendo Los Lagos por primera vez. No tenemos prisa. La Huesera, el tramo más duro de la ascensión, ya se encargaría de realizar la selección natural. Los expertos aseguran que el éxito de la subida, consiste en salir entero de allí. Un exceso durante esos metros te convierte en hombre muerto.


Ezequiel Mosquera aprovechó una salida en falso de Carlos Sastre para hacer su apuesta, justo antes de La Huesera. El líder le dejó marchar con la intención de controlar con la mirada, pero la niebla lo impedía. Barredo seguía a los suyo, regulando perfectamente sus energías. La etapa no podía escaparse. Nibali encabezaba el grupo de los elegidos sabiendo que el gallego no andaba muy lejos. Joaquím Rodríguez dejaba toda la responsabilidad para el maillot rojo. Hoy tocaba guardar fuerzas.


En la meta, Barredo conseguía la gloria que le negó el Tour. La niebla no dejaba ver los Lagos de Enol. No importaba. Seguro que nunca le había parecido tan hermoso aquel lugar. Mosquera arañaba unos segundos importantes para el podio y Nibali entraba en compañía Purito, sabedor de haber superado una prueba importante. Hoy se presenta un nuevo final en alto, Cotobello. Le avalan buenas referencias. Que no nos defraude.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Resignado a su destino


Marchaba tranquilo Igor Antón, rodeado por sus compañeros del Euskaltel, en la cabeza del pelotón. Seguramente, con la mente puesta ya en el repecho de Peña Cabarga. Haciendo cálculos para administrar las fuerzas durante la subida. Mirando de reojo a sus rivales: Nibali, Purito y Mosquera. Pensando quien sería el encargado de dar el primer paso o sí darlo él mismo. Carretera en estado óptimo y una larga recta. Faltaban 6 kilómetros para la meta.


De repente, un bache y al suelo. Un fuerte golpe y varios metros arrastrándose por el asfalto. El cuerpo lleno de cortes y ensangrentado. El maillot rojo hecho trizas, como si un oso se hubiera liado a zarpazos. Un intenso dolor en el codo. Final de trayecto. Adiós a la Vuelta. El propio Igor parecía resignado a su mala suerte. Ni un gesto de rabia, ni una mueca de desesperación. Como si estuviera avisado de que aquí terminaba su historia.


Al igual que en 2008 bajando El Cordal, cuando ya apuntaba al podio, una caída ha dejado fuera de combate al vasco. En el pelotón nadie preguntó ni se hizo amago alguno de esperar. La desaparición del líder se asumió con total naturalidad. La carrera ya estaba lanzada. Vincenzo Nibali asumió la responsabilidad como virtual maillot rojo y puso a sus compañeros de equipo en las primeras posiciones.


Los hombres del Liquigas marcaban el ritmo deseado por “El Tiburón”, que ya asomaba la aleta. Otros como Joaquím Rodríguez y Ezequiel Mosquera, parecían expectantes. Que sean otros los que abran fuego. Nibali no tardó en soltar su hachazo con doble intención: etapa y liderato (físico y psicológico). El italiano cogía unos metros de ventaja. Insuficientes.


Arrancó Purito, mucho más frío y calculador que en Andorra. Esta vez no estaba dispuesto a quedarse sin gasolina. En el mismo instante en que daba caza al “escualo”, se sintió ligero y entero. Órdago a la grande y ajustició a Nibali. La etapa tenía que ser suya. Las bonificaciones serían las encargadas de escoger al heredero del desafortunado maillot rojo.


El del Katusha fue el primero en divisar la meta. Cuatro segundos inclinaron la balanza a favor de Nibali, el nuevo capo de la carrera. El voluntarioso Mosquera volvía a rozar la victoria pero ya huele a podio. Mientras tanto, Antón ya viajaba en coche al hospital. La Vuelta pierde a uno de sus más claros aspirantes. Ahora el italiano tiene la sartén por el mango. Serán los nuestros los encargados de evitar que “La roja” ponga rumbo al país transalpino. Hoy segunda parte del “tríptico cantábrico”. Llegan Los Lagos. Lugar sagrado y tumba de muchas ilusiones.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Momentos épicos: un cordero con piel de lobo


En el ciclismo la gloria es algo reservado solamente para los elegidos, los jefes de filas. Ocho corredores dejándose la piel, únicamente, en beneficio de su líder. Solamente aspiran a la satisfacción por el trabajo bien hecho. Los más afortunados, algún triunfo de etapa. Isidro Nozal Vega era uno de esos “currantes” destinados a pasar con más pena que gloria. Sin embargo, la Vuelta a España de 2003 tenía reservado un papel especial para él.


Corría en la ONCE, bajo las órdenes de Manolo Saíz. Buen contrarrelojista y rodador. Una sola victoria “adornaba” su palmarés (etapa en la Clásica de Alcobendas 2002). Como buen gregario tenía la misión de arropar a su líder Igor González de Galdeano. En la 4ª etapa con final en Burgos, Isidro se colaba en la escapada buena y al final de la jornada se convertía en el nuevo maillot oro. Todo un premio para un corredor tan modesto.


Era un liderato provisional. Estaría en su poder hasta que su jefe u otro lo considerara oportuno. Dos días más tarde se imponía en la crono de Zaragoza. Otro premio. Un día más vestido de oro. Aquello era engordar para morir. 24 horas después llegaba la montaña. Final en Pla de Beret. Igor González atravesaba dificultades. Nozal, como buen escudero, permaneció a su lado y no dudó en vaciarse por él en lugar de jugar sus cartas como líder de la general. Con Igor más recuperado, el bueno de Isidro sacó fuerzas de flaqueza y mantuvo el liderato por unos segundos. Chapeau.


Muchos criticaron la decisión de Saíz de poner a trabajar al maillot oro en favor de Igor. El vasco, afincado en Guriezo (Cantabria) zanjaba la polémica: “Yo estoy para ayudarle”. Las sensaciones eran inmejorables y se confirmaron en la contrarreloj de Albacete. Otra victoria. Esta vez con distinto significado. Igor González no estaba al nivel esperado y perdía buena parte de sus opciones. En la meta, la imagen de la carrera: Isidro rompe a llorar en los brazos de Manolo Saíz, debido a la tensión acumulada durante estos días o tal vez, por la enorme responsabilidad que se le venía encima. No era un sueño. Podía ganar la Vuelta.


Cambio de planes en la ONCE. Todos con Isidro. Había que llevarle en volandas hasta Madrid. Con pundonor y la ayuda de sus compañeros Nozal pasó La Pandera y Sierra Nevada. Tenía que administrar su ventaja en torno a los dos minutos, pero había dos inconvenientes. La temida tercera semana se le estaba haciendo larga; el otro se llamaba Roberto Heras. El bejarano, pletórico, no dejaba de recortar diferencias. Subiendo Navacerrada volvió a tensar la cuerda e Isidro no pudo seguirle. La cara de sufrimiento le delataba. Su depósito entraba en la reserva. La gran labor del equipo consiguió minimizar las pérdidas en la meta, salvando el liderato. Pero quedaba la cronoescalada a Abantos. Allí estarían los dos solos. Sin ayudas. Uno frente al otro.


Heras arrancaba desde la rampa de salida de El Escorial, dispuesto a devorar cada uno de los kilómetros de la subida a Abantos y los segundos que le separaban de la victoria. Un minuto después lo hacía Nozal. Sin fuerzas. Totalmente desbordado por la situación. Aquellos 11 kilómetros fueron, sin lugar a dudas la etapa más larga de su vida. La cima cada vez parecía más lejos, las ruedas no avanzaban, la bicicleta y el maillot pesaban siete veces más de lo normal. Se vació. Defendió el liderato hasta el final, más con el corazón que con la cabeza.


A 3 kilómetros de la llegada el tiempo ya corría a favor de Heras. Al final fueron 28 segundos. Cuando Nozal cruzó la meta seguro que estaba triste por haber perdido, pero por otra parte se sentía aliviado. Todo había terminado. Ahora podría volver a su status de gregario. Fueron 16 jornadas vestido con el maillot oro. 16 días estresantes. Pero, al mismo tiempo, maravillosos. Durante aquella Vuelta se sintió campeón. Uno de los elegidos. Y eso es algo que nunca olvidará.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Lo que mal empieza...


Resulta difícil y desolador mirar el cuadro de semifinales y ver que allí no está nuestra selección. No faltaba desde los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Ahora muchos buscan responsables y comienzan a señalar con el dedo. No hay que hacer un drama de esto. Nadie es infalible y esto tenía suceder alguna vez. El rival también juega y esta vez les ha tocado a los nuestros hincar la rodilla.


La derrota del primer día frente a Francia fue un toque de atención. Muchos nos pusimos la venda con la experiencia del pasado Europeo, donde tan mal empezamos y al final nos colgamos el oro. Esto no había hecho más que comenzar. Pero aquel día España mostró todas sus carencias: una mala defensa, falta de intensidad y la escasa aportación de jugadores clave.


Victorias ante rivales como Nueva Zelanda, Líbano y Canadá, impidieron calibrar el verdadero estado del equipo. Lo que resultó realmente preocupante, fue perder contra Lituania tras desperdiciar una renta de 18 puntos. Errores de concentración. La primera fase se cerró con un segundo puesto, gracias a una carambola inesperada. En octavos esperaba Grecia. Sin embargo, lo único que nos preocupaba era evitar a Estados Unidos hasta la final, nadie reparaba en nuestra hoja de ruta: Grecia-Serbia-Turquía.


Los griegos volvieron a sucumbir ante su bestia negra de los últimos años. El equipo comenzaba a dar señales de recuperación. Parecía que salíamos del hoyo. Eso pensábamos. El feliz desenlace de un partido complicado nos hizo creer que ya estábamos en el buen camino. No éramos los de otras veces. España jugaba con fuego y eso es muy peligroso.


Los serbios fueron palabras mayores. Ametralladoras desde la línea de 6,25 y un gen ganador. Se confirma: han vuelto. La selección se mantuvo con vida en el partido gracias a la casta y a la actuación de Navarro y Garbajosa. España estuvo a punto de besar de lona en varios momentos del partido. Los fallos se seguían repitiendo. Un triple estratosférico de Teodosic a tres segundos del final, nos mandaba para casa. La última jugada fue todo un esperpento, un reflejo de la actuación del equipo.


No seré yo el que haga más leña del árbol caído. Este equipo nos ha hecho disfrutar como nadie durante los últimos cuatro años. Se han ganado el respeto y la admiración de todos y merecen un voto de confianza. Los errores se pueden corregir. Esta generación no ha tocado fondo (la media de edad ronda los 27 años). Además nos faltaban dos jugadores fundamentales: Pau Gasol y José Manuel Calderón. Con ellos en el equipo otro gallo habría cantado. Pero ahora no es tiempo para lamentaciones. Hay que seguir creciendo y aprender de las derrotas. Seguro que lo harán. Ánimo campeones.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Antón saca la calculadora


Algunas ruedas resultan ser traicioneras. Un ritmo diabólico que elimina a tus rivales uno a uno. Sin piedad. Y tú detrás, empeñado en seguir ese tren. Encantado con la situación. De repente, salta la alarma. No hay batería. Falta oxígeno y las piernas no responden. Tu objetivo ahora es llegar a meta como sea. Desesperación. Así se encontraba “Purito” Rodríguez intentando seguir la estela de Ezequiel Mosquera. Un cohete.


La etapa ha servido para marcar las primeras grandes diferencias. Los que lucharán por la victoria y los que no. Uno que no lo hará será Denis Menchov. El ruso fue la primera víctima que apareció en las rampas de Pal y no habrá un tercer triunfo para él. Otra lectura que nos deja la jornada: será necesaria una alineación de los astros para que Ezequiel Mosquera gane una etapa. El gallego lo intenta todos los años, por lo civil y por lo criminal, pero no lo consigue.


Pasada la pancarta de 5 kilómetros para la llegada, el del Xacobeo Galicia lanzó su órdago. “Seguirme si podéis, me voy a por la etapa”. El líder, Joaquím Rodríguez, y Vincenzo Nibali decidieron que era buena idea acompañarle. A unos metros de distancia Igor Antón parecía tener problemas, buscaba su ritmo. Tecleaba su calculadora. Mosquera apretaba los dientes, no quería compañeros de viaje y menos dos tan incómodos.


“Purito” no tardó en saltar por los aires, imposible subir tan rápido. Cuando se percató de su error ya era demasiado tarde. Se había exigido demasiado y ahora debería sufrir para perder el menor tiempo posible. Nibali se aplicó el refrán “cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”, y se apeó en la siguiente estación. Vía libre para Mosquera, la etapa era suya.


Pero más atrás había uno al que comenzaban a cuadrarle las cuentas, Antón. El de Euskaltel había encontrado su cadencia de pedaleo y ya le pisaba los talones al gallego. Tras rebasar a Purito y a Nibali, se vio con fuerzas para buscar algo más. La etapa y la bonificación bien lo merecían. Alcanzó a Mosquera y ya no le pareció tan difícil. El pobre Ezequiel había quemado todas sus naves. Aquello no estaba previsto.


Igor fue el primero en hollar la cima, a continuación Mosquera, maldiciendo su suerte. El siguiente sería Xavi Tondo, que había calcado los pasos del vasco, yendo de menos a más. Nibali salvaba los muebles, evitando caer en la misma trampa del líder, que se dejaba un minuto en meta. Rodríguez devuelve la roja a su anterior portador, Antón. Del naranja al rojo, como los semáforos. Eso sí, después viene el verde. El mismo color que viste Nibali, “El Tiburón”. La gran amenaza.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Japón y Misano malditos


Lo que debería haber sido un fin de semana de celebración gracias a otro triplete de los nuestros, se ha convertido en un Gran Premio para olvidar marcado por la muerte de Shoya Tomizawa. El piloto japonés de Moto2, sufrió una caída a la salida de una curva en la vuelta 11 y fue atropellado por Alex de Angelis y Scott Redding, que no lograron esquivarle. Los médicos no pudieron hacer nada por salvar la vida del joven piloto (19 años), que falleció por la gravedad de las heridas.


Tomizawa se une así a la triste lista de pilotos fallecidos. La fatalidad ha vuelto a cebarse con el Mundial de Motociclismo y más concretamente con el país del sol naciente. El último fallecido (hace ya siete años), fue su compatriota Daijiro Kato, tras una espeluznante caída en el Gran Premio de Japón, disputado en el Circuito de Suzuka. Desde entonces, el Mundial no ha vuelto a pisar este trazado.


Otro desgraciado accidente segó la vida de otro piloto japonés, Norifumi Abe, en 2007. Aunque esta vez fuera de los circuitos. “Norick” se empotró contra un camión, cuando circulaba con su motocicleta por las inmediaciones de la ciudad de Kawasaki. El conductor del camión se encontraba realizando una maniobra ilegal en el momento del choque.


También era japonés, pero menos conocido que los anteriores, Noboyuki Wakai. El piloto nipón falleció por culpa de una absurda caída, al chocar con un espectador que cruzaba por la pista en los entrenamientos del Gran Premio de España de 1993, en el Circuito de Jerez.


Ese mismo año y en el mismo escenario de este fin de semana, el Circuito de Misano, se truncó la carrera del estadounidense Wayne Rainey. El tricampeón del Mundo quedó paralítico tras sufrir un tremendo golpe en el trazado sanmarinense. Idéntica suerte corrió de nuevo otro japonés, Takuma Aoki, postrado para siempre en una silla de ruedas a raíz de un accidente durante unos entrenos en el Circuito de Tochigi (Japón).


Esta claro que el Motociclismo tiene sus riesgos. Altísimos. Pero la muerte siempre es algo que resulta sobrecogedor. Ayer los pilotos del Mundial guardaban un minuto de silencio por el fallecimiento de un joven piloto en el trofeo Moriwaki. Un canadiense de sólo 13 años, Peter Lenz. Horas más tarde el asfalto se cobraba otra vida. La del primer ganador de la historia de la categoría de Moto2.

jueves, 2 de septiembre de 2010

La última escapada de "El Profesor"


Lo suyo fue una aparición prematura. Ahora se marcha de la misma forma. Nos ha dejado Laurent Fignon. Uno de los grandes campeones de los últimos años. Un cáncer intestinal se ha llevado para siempre al parisino, a los 50 años de edad. El mundo del ciclismo llora la pérdida de un personaje carismático como pocos. Porque el francés no dejaba indiferente a nadie, ni siquiera en su propio país, donde unos le idolatraban y otros le odiaban.

Una larga melena rubia, recogida con una coleta. Unas lentes correctoras con forma circular, las cuales le dieron el apodo de Le professeur (el profesor) por su aspecto de intelectual. Con ese “look” camuflaba el gran corredor que llevaba en su interior. Porque Fignon era ciclista de los pies a la cabeza. De los que ya no quedan. Genial, imprevisible, temperamental, irrepetible. Sobran los adjetivos para describir una personalidad arrolladora. Soberbio y orgulloso, como tantos campeones.


Los españoles conocimos a Fignon en la Vuelta del 83, donde fue cómplice de la victoria de su compatriota y jefe de filas, Bernard Hinault. “El tejón” sufrió lo indecible para vencer y no pudo participar en el Tour de Francia. Allí acudió Laurent, debutando con sólo 22 años. En la ronda gala se las vio con uno de sus grandes rivales, Pedro Delgado. Otro que descubría la gran carrera por etapas. Un lugar tan especial, como Alpe d´Huez, fue testigo de cómo se vistió de amarillo por primera vez. Fue coronado en París como el sucesor de Hinault. Una irrupción tan brutal como inesperada.


Al año siguiente volvió al Tour y arrasó con todo. Enrabietado por su segundo puesto en el Giro de Italia (aseguraba que le habían robado la victoria). Se llevó cinco etapas y la general, machacando a sus rivales en todos los terrenos. Incontestable. Ni siquiera tuvo piedad de su antiguo jefe, Bernard Hinault (segundo, a más de diez minutos), al que infringió una de las pocas derrotas de su carrera. Probablemente, la más severa. Con su director, Cyrille Guimard, formaba un tandém perfecto. Los dos eran ganadores y ambiciosos. El propio Fignon afirmaba: “con Hinault, Cyrille se encontró a un campeón; conmigo hizo un campeón”.


No era especialista en ninguna modalidad, pero con su talento y su raza era capaz de ganar allí donde se lo propusiera. Brillaba en carreras de tres semanas y también en las clásicas. Dos Milán-San Remo y una Flecha Valona figuran en su palmarés. Un auténtico todoterreno. Algunos de sus coetáneos, coinciden en que una de las grandes virtudes que poseía, era la de generar una sensación constante de “inseguridad” en carrera. Cualquier sitio era idóneo para lanzar una ofensiva. Atacaba hasta en los avituallamientos. Un verdadero dolor de muelas.


Las lesiones, sobretodo en una rodilla, le impidieron disputar el Tour en 1985 y en plenitud de condiciones los años siguientes. Además, un positivo por anfetaminas en 1987, dejó una mancha en su historial. En ocasiones, le perdía su fuerte carácter, cada vez que hablaba se ganaba algún enemigo. Todos recordamos el escupitajo a la cámara de Televisión Española.


Volvió a la senda del triunfo en 1989, adjudicándose la Milán-San Remo y el Giro de Italia, vengando así su derrota cinco años atrás. El gran Fignon había vuelto. Pero el destino le tenía reservada una mala jugada. Una derrota dolorosa y cruel como ninguna. La del Tour de Francia del 89. En la última etapa, una contrarreloj individual en París, su casa. Fignon era líder con una renta de 50 segundos sobre el norteamericano Greg LeMond. Parecía una ventaja suficiente. En aquellos 25 kilómetros, el francés perdió el Tour por sólo ocho segundos, la menor diferencia de la historia de la carrera. Aquel batacazo le marcó para siempre y supuso la ruptura definitiva con Cyrille Guimard.


En 1993 colgó la bicicleta. Antes de marcharse, dejó su última huella en el Tour de aquel año. Escribió su propio epitafio. Una victoria en el Col de la Bonette-Restefonds, el techo de la carrera (2.802 metros). En los últimos años se le vio como comentarista en France 2. Tuve la suerte de encontrar aquello para lo que estaba dotado y poder vivir de ello, aunque nunca estaré satisfecho. Habría querido ser campeón del mundo, ganar más Tours, más clásicas, pero viví años fantásticos”, confesaba al echar la vista atrás.


En 2009, coincidiendo con la publicación de su libro “Nous étions jeunes et insouciants” (Cuando éramos jóvenes y despreocupados), reveló que padecía cáncer de páncreas. “Maldigo mi enfermedad. Es mi cuerpo contra mí y no puedo aceptarlo”, dijo en una de sus últimas entrevistas”. A las 12:30 del martes 31 de agosto, se escapó por última vez, la definitiva. Como siempre, de forma precoz. Seguramente, a más de uno le cogió desprevenido, al igual que en la carretera.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Un vasco con mucho "arte"


Igor Antón Hernández nació en Galdácano (Vizcaya), pero viéndole sobre la bicicleta cualquiera diría que el muchacho es andaluz. Parece que en el sur se mueve como pez en el agua. Allí se dio a conocer como ciclista para la gran mayoría. Fue en el año 2006, en las alturas. Observatorio Astronómico de Calar Alto, en la provincia de Almería. En aquella cima, Igor se presentó en sociedad como un corredor con un gran porvenir.


Ayer volvió a vencer en suelo andaluz. Esta vez en un lugar inédito, Valdepeñas de Jaén. La Vuelta probó un nuevo final de etapa y parece que ha gustado. Una población con calles empinadas, auténticas paredes claustrofóbicas que llegan al 25%. Perdonen mi osadía, pero por un momento pensé que estábamos en el “Muro de Huy”, en plena “Flecha Valona”, una de las clásicas de las Ardenas.


A la entrada de Valdepeñas de Jaén, se presentó en solitario el colombiano Rigoberto Urán, sin saber lo que aquel lugar albergaba en sus entrañas. Por detrás rodaba un grupo en torno a las 25 unidades, entre los que se encontraban ilustres como Menchov, Nibali, Frank Schleck, Joaquím Rodríguez e Igor Antón. Los grandes ausentes eran el “triatleta” Carlos Sastre y el “dimitido” Andy Schleck, ambos cortados en el puerto de segunda que antecedía a la llegada.


El valiente Urán no tardó en encontrarse con las duras rampas de la población jienense. Sólo un kilómetro, pero terrorífico. “Purito” fue el primero en saltar a la caza de la liebre. A rueda de Joaquím, Vincenzo Nibali, Peter Velits y el líder, Philippe Gilbert. En el mismo instante que era abortado el intento de Urán, apareció Igor Antón, el cual les rebasó como un auténtico meteoro.


Los cuatro aspirantes intentaron reaccionar, pero ya era tarde. Sus piernas se habían vaciado en las rampas más duras y el líder del Euskaltel cogía unos metros preciosos, suficientes para volver a levantar los brazos cuatro años después. Gilbert mantiene el maillot rojo por escasos 10 segundos. Antón y “Purito” parecen nuestras bazas más fiables. El “enemigo extranjero”, un elemento indispensable para la Vuelta a España, ya tiene nombre, Vincenzo Nibali.



P.D: Ayer nos dejaba el gran Laurent Fignon, víctima de un cáncer. D.E.P. En las próximas horas publicaré su merecido homenaje.

martes, 31 de agosto de 2010

Momentos épicos: rebelión kazaja


La Vuelta a España 2006 también pasó por Andalucía, como en tantas ocasiones. Sin embargo, en aquella edición la carrera se encontraba en su recta final. El líder era Alejandro Valverde, la gran figura del ciclismo español (Contador todavía no había “explotado”). El murciano se hizo con el maillot oro en la jornada que finalizó en La Cobertoria, y había resistido, con bastante suficiencia, los ataques de sus rivales (Vinokourov, Sastre, Kashechkin). Nada hacía sospechar lo que iba a suceder en la 17ª etapa con final en Granada.

Valverde parecía tener media Vuelta en su bolsillo, pero enfrente estaba Vinokourov, el que nunca descansa. Si se tratase de una película, el kazajo sería el malo “malísimo”. La mirada de hielo. Un rostro impenetrable. En la cabeza, “tatuada” permanentemente una consigna: “atacar”. Las piernas de un “pura sangre” y un instinto asesino. Por si esto fuera poco, a su disposición todo un equipo, Astaná. Prácticamente la selección de su país, Kazajistán. Además tenía en Andrey Kashechkin un escudero de lujo


Antes de llegar a Granada una dificultad montañosa, el Alto de Monachil. Para cualquier corredor muy lejos de la meta, pero “Vino” no es ningún cualquiera. En la subida manda a su “primer espada”, Kashechkin, por delante. A tres kilómetros de coronar el alto, lanza su ataque demoledor. Valverde se queda “clavado” y no puede seguir al kazajo. Crisis. Alexander se crece ante el mal momento que atraviesa el maillot oro. En la cima le espera el “Camarada” Andrey.


Los dos kazajos, “Vino” y “Kash”, coronan Monachil, ambos se frotan las manos dispuestos a repartirse el “botín”. Sorprendentemente, un recuperado Valverde acelera en los últimos metros y consigue cazarles. El murciano, respira. Parece que ya ha pasado lo peor. Pero Vinokourov nunca se rinde, eso es algo que desconoce totalmente. El líder se ha quedado sin piernas por el gran esfuerzo realizado, y lo que es peor, sin pulmones. Es hombre muerto. Vinokourov lo sabe. Lanzado por Kashechkin, realiza un nuevo demarraje en el descenso. Allí donde las motos y las cámaras no pueden seguirle. El crimen perfecto, sin testigos. Alexander se lanza a “tumba abierta” dispuesto a rematar a Valverde. “Soy kazajo y no le tengo miedo a nada, no me alcanzaréis”.


El del Caisse d´Epargne coge aire y busca aliados para emprender la persecución, pero no encuentra ayuda alguna. Vinokourov alcanza al norteamericano Tom Danielson, que marchaba por delante. Ambas partes llegan a un acuerdo, etapa para uno y liderato para el otro, no hay nada más que hablar. Valverde intenta desesperadamente reducir las diferencias, pero está solo. Los dos fugados se relevan a la perfección y los segundos comienzan a caer como una avalancha.


Danielson llega a Granada con los brazos en alto, a su rueda el “malvado” Alexander. Sólo falta contemplar el estropicio que ha organizado. Valverde entraba a 1:40, derrotado y fundido. El jersey oro cambiaba de dueño. La Vuelta a España 2006 había sufrido un verdadero “golpe de Estado” y ahora ponía rumbo hacia un destino totalmente desconocido, Kazajistán. Todo ello por obra y gracia de un insensato. Bendita locura.

sábado, 28 de agosto de 2010

Especial Vuelta a España (2). Favoritos

Muchas veces, solemos caer en los tópicos de siempre, “será una Vuelta a España muy abierta”, pero es que es así de cierto. La ronda española arranca sin un claro favorito y con muchos aspirantes. El ganador de la anterior edición, Alejandro Valverde, no podrá defender su título al estar sancionado por su supuesta implicación en la “Operación Puerto”. Por lo tanto, el murciano no portará del dorsal número 1. Ese honor corresponderá a Iñigo Cuesta (41 años), como homenaje a la trayectoria del ciclista más veterano del pelotón.

Favoritos


Denis Menchov (Rusia, 31 años)

El corredor de Rabobank vuelve a “su carrera”. Después del tercer puesto del Tour, el ruso afincado en Pamplona, pretende redondear la temporada con su tercer triunfo en Madrid, tras sus victorias en 2005 y 2007. Además igualaría el récord de victorias en la Vuelta de Tony Rominger (1992, 1993 y 1994) y Roberto Heras (2000, 2003 y 2004). Corredor completísimo, domina la montaña y los cronos.


Andy Schleck (Luxemburgo, 25 años)

Subcampeón de los dos últimos Tour de Francia. Regresa a la Vuelta tras su discreto debut en 2009. Su estado de forma es toda una incógnita. Si “salva” la primera semana y consigue meterse en la carrera, será el rival a batir. En caso contrario, ayudaría a su hermano Frank. Un magnífico escalador que deberá mejorar en la contrarreloj, si no quiere hipotecar sus resultados en las grandes vueltas.





Carlos Sastre (España, 35 años)

El ganador del Tour de 2008, se prepara para afrontar de nuevo (ya lo hizo en 2006) el reto de correr las tres grandes en el mismo año (Giro-Tour-Vuelta). Conoce la prueba al “dedillo” pero nunca ha conseguido la victoria (dos veces 2º y otra 3º). La edad y el exceso de kilómetros acumulados durante este año, juegan en su contra. Regular como nadie y con un gran sentido táctico. Incombustible.


Vincenzo Nibali (Italia, 25 años)

Presente y futuro del ciclismo italiano. “El Tiburón” fue la gran sensación del Tour de 2009, donde fue séptimo. Éste año se metió en el podio del Giro de Italia y fue clave en la victoria de su compañero de equipo y compatriota Ivan Basso. Pasa con nota todos los terrenos. Debuta en la Vuelta a España.



A seguir


Joaquím Rodríguez (España, 31 años): Tras su brillante estreno en el Tour, “Purito” llega a la Vuelta dispuesto a luchar por el podio y alguna victoria.


Frank Schleck (Luxemburgo, 30 años): Recién recuperado de la fractura de clavícula que sufrió en el Tour. No descarta entrar en la pugna por la victoria.


Igor Antón (España, 27 años): La ausencia de Samuel Sánchez le convierte en el líder de Euskaltel. En 2008 una caída le impidió luchar por el podio. Uno de los mejores escaladores.


Roman Kreuziger (República Checa, 24 años): Ciclista con gran proyección de futuro. Se esperaba más de él en el Tour. Estará a disposición de Nibali, en el Liquigas.

viernes, 27 de agosto de 2010

Especial Vuelta a España 2010 (1)


Mañana sábado comienza la Vuelta a España 2010. Se disputa la 65ª edición de la ronda española que cumple 75 años desde su creación. La gran novedad será la aparición del maillot rojo, que vestirá el líder de la carrera. “La roja” sustituye al “oro”, con la intención de instaurarse como el color predominante por muchos años.


Desde aquí le prestaremos la atención que merece, al igual que en el pasado Tour de Francia. Comenzamos con un análisis del recorrido. Presentaremos a los principales candidatos a la victoria. A lo largo de estas tres semanas, también recordaremos grandes gestas en la historia de la Vuelta en “Momentos épicos”, un apartado que tuvo muy buena acogida durante el Tour. Espero que os guste.

Recorrido


En esta nueva edición de la Vuelta Ciclista a España, los corredores deberán completar casi 3.400 kilómetros, hasta llegar a Madrid, de los cuales 59 serán cronometrados (una contrarreloj por equipos y otra individual). Habrá 8 etapas de montaña con 6 finales en alto, destacando el regreso de los Lagos de Covadonga y las cimas inéditas de Cotobello y la Bola del Mundo.


La Vuelta arranca en Sevilla, donde se disputa entrada la noche, una crono por equipos de 13 kilómetros. Un clásico en los últimos años para iniciar la carrera. Tras atravesar Andalucía, los corredores afrontarán la llegada al Xorret de Catí, una llegada siempre espectacular. Pero no será hasta la 11ª etapa, con final en la estación de Pal (Andorra), cuando se produzcan las primeras diferencias importantes.


La llegada a Asturias nos deparará dos citas importantes con la montaña: la ascensión a los míticos Lagos de Covadonga tras dos años ausentes; y un nuevo descubrimiento en el Principado, el Alto de Cotobello. No es el Angliru, pero tiene una pendiente media superior al 8% de desnivel y rampas que rondan el 12-14%. Antes de la ascensión final, los ciclistas subirán La Cobertoria y el Puerto de San Lorenzo, ambos de primera categoría. Dos jornadas que marcarán la carrera.




Una contrarreloj individual de 46 kilómetros llanos, con salida y llegada en Peñafiel (Valladolid), será el escenario de otro batalla entre los favoritos a la victoria final en la 17ª etapa. Aquí las piernas estarán ya muy castigados y puede haber diferencias significativas. Mucho cuidado si el viento hace acto de presencia.



Y como suele ocurrir en las grandes citas, el plato fuerte se reserva para el final. Penúltima etapa: San Martín de Valdeiglesias-La Bola del Mundo. Se subirán el Alto del León (1ª categoría), Navacerrada (1ª categoría) y por último, la Bola del Mundo (prolongación de una segunda ascensión a Navacerrada), a 2.247 metros de altitud y con rampas de más del 12%. La gran apuesta de la organización y que podría dictar la sentencia definitiva. No se lo pierdan.