lunes, 20 de septiembre de 2010

Un final memorable


La espera mereció la pena. Después de tres semanas y 19 etapas por la geografía española, la Vuelta tuvo un final grandioso. El ingrediente que le faltaba a esta edición para ser recordada por todos los aficionados. No hizo falta que el duelo lo protagonizaran dos estrellas reconocidas. El escenario se encargó de elevar el nivel de la contienda hasta límites insospechados. La Bola del Mundo no defraudó y la carrera se beneficiará de este hallazgo en los próximos años.


La etapa se corrió a un ritmo de vértigo. El Xacobeo-Galicia salió dispuesto a no hacer concesiones, con el fin de que Mosquera pudiera disponer de las bonificaciones en la meta. Así, se subió sin respiro la Cruz Verde, el Alto del León y Navacerrada por primera vez. En la segunda ascensión, por la vertiente madrileña, el pelotón ya estaba encima de los fugados. Camino despejado para Ezequiel.


Frank Schleck fue el encargado de encender la traca a cinco kilómetros de la meta (dos para el inicio de La Bola del Mundo). Un acelerón sostenido, sin alardes. Unos 200 metros sin sentarse en el sillín. La lanzadera perfecta para Mosquera que no lo dudó ni un instante. Ahora o nunca. Sin mirar atrás. Ezequiel lanzó el guante y Nibali lo recogió. Los dos solos hasta el final. Tras un kilómetro de tira y afloja, ambos aspirantes se presentaron juntos en la cima de Navacerrada.


Tras una curva cerrada a la derecha, les esperaba el suplicio acompañado de una sensación desconocida: cemento, en lugar de asfalto. Ese piso rugoso e irregular que les iba a torturar durante los últimos tres kilómetros. El telesilla por encima de sus cabezas. Aquello no parecía normal. Una locura intentar subir en bicicleta por esa pared.


Mosquera afrontó con entereza la primera rampa y no tardó en soltar a Nibali. El italiano sabía que tenía que regularse y administrar su diferencia. Ezequiel tenía que morirse sobre la bicicleta. Buscar un cortocircuito en las piernas y en la cabeza del líder. Durante unos metros la distancia entre ambos parecía abrirse poco a poco. Nunca subió de los 18 segundos, pero viendo la exigencia de la ascensión podía esperarse cualquier cosa.


El gallego subía casi todo el rato de pie, bailando sobre la bicicleta. Retorciéndose en cada pedalada. El líder, por el contrario, lo hacía sentado, agarrado a la cruz del manillar y apretando los dientes de dolor. Fue una lucha memorable. Cuerpo a cuerpo. Mosquera quería volar en cada golpe de riñón. Nibali sabía que si no perdía de vista a Ezequiel, la victoria sería suya. Fueron los minutos más emocionantes que se recuerdan en los últimos años de la Vuelta.


En el último kilómetro la niebla hizo acto de presencia, aportando más épica si era posible. Mosquera se guardó las últimas gotas de energía para ganar por la etapa, viendo que la general ya no era posible. A 200 metros para la llegada tenía el aliento de Nibali en la nuca, pero el italiano ya no quería más. El liderato estaba a salvo. Había sobrevivido. Veinte años después Marco Giovannetti encontraba sucesor.


Ezequiel conseguía el triunfo parcial que tantas veces se le había negado. Ambos estaban satisfechos. Se habían batido en un verdadero infierno y salieron vencedores. Los dos ciclistas obtuvieron la victoria más importante de su carrera. Uno la vuelta, el otro la etapa. El primero tiene un futuro prometedor (25 años), el segundo recibe el premio a toda una trayectoria (34 años). Se acabó la Vuelta. Por todo lo alto. En la Bola del Mundo. Donde nadie imaginaba que se llegaría alguna vez.

2 comentarios:

  1. La piel de gallina querido crack! Nadie me lo ha contado mejor que tu!

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  2. Jeje y eso que no pude ir a verlo en directo, tenía un torneo de fútbol sala, sino te lo cuento con pelos y señales. Me alegra que te haya gustado!

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