viernes, 10 de septiembre de 2010

Lo que mal empieza...


Resulta difícil y desolador mirar el cuadro de semifinales y ver que allí no está nuestra selección. No faltaba desde los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Ahora muchos buscan responsables y comienzan a señalar con el dedo. No hay que hacer un drama de esto. Nadie es infalible y esto tenía suceder alguna vez. El rival también juega y esta vez les ha tocado a los nuestros hincar la rodilla.


La derrota del primer día frente a Francia fue un toque de atención. Muchos nos pusimos la venda con la experiencia del pasado Europeo, donde tan mal empezamos y al final nos colgamos el oro. Esto no había hecho más que comenzar. Pero aquel día España mostró todas sus carencias: una mala defensa, falta de intensidad y la escasa aportación de jugadores clave.


Victorias ante rivales como Nueva Zelanda, Líbano y Canadá, impidieron calibrar el verdadero estado del equipo. Lo que resultó realmente preocupante, fue perder contra Lituania tras desperdiciar una renta de 18 puntos. Errores de concentración. La primera fase se cerró con un segundo puesto, gracias a una carambola inesperada. En octavos esperaba Grecia. Sin embargo, lo único que nos preocupaba era evitar a Estados Unidos hasta la final, nadie reparaba en nuestra hoja de ruta: Grecia-Serbia-Turquía.


Los griegos volvieron a sucumbir ante su bestia negra de los últimos años. El equipo comenzaba a dar señales de recuperación. Parecía que salíamos del hoyo. Eso pensábamos. El feliz desenlace de un partido complicado nos hizo creer que ya estábamos en el buen camino. No éramos los de otras veces. España jugaba con fuego y eso es muy peligroso.


Los serbios fueron palabras mayores. Ametralladoras desde la línea de 6,25 y un gen ganador. Se confirma: han vuelto. La selección se mantuvo con vida en el partido gracias a la casta y a la actuación de Navarro y Garbajosa. España estuvo a punto de besar de lona en varios momentos del partido. Los fallos se seguían repitiendo. Un triple estratosférico de Teodosic a tres segundos del final, nos mandaba para casa. La última jugada fue todo un esperpento, un reflejo de la actuación del equipo.


No seré yo el que haga más leña del árbol caído. Este equipo nos ha hecho disfrutar como nadie durante los últimos cuatro años. Se han ganado el respeto y la admiración de todos y merecen un voto de confianza. Los errores se pueden corregir. Esta generación no ha tocado fondo (la media de edad ronda los 27 años). Además nos faltaban dos jugadores fundamentales: Pau Gasol y José Manuel Calderón. Con ellos en el equipo otro gallo habría cantado. Pero ahora no es tiempo para lamentaciones. Hay que seguir creciendo y aprender de las derrotas. Seguro que lo harán. Ánimo campeones.

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