lunes, 13 de septiembre de 2010

Como Barredo por su casa


A un kilómetro de la meta de Pau finalizaba la aventura de Carlos Barredo. El peor final posible para una escapada. La miel en los labios. En la llegada maldecía su suerte, pero aseguraba que volvería a intentarlo. Así son los ciclistas, duros de pelar. Siempre se levantan. Todo esto sucedía durante el pasado Tour de Francia. Ayer el asturiano buscó la victoria en Los Lagos, su casa. Esta vez no pudieron cogerle.


Los Lagos de Covadonga. Un lugar épico como pocos. Carretera estrecha con un asfalto repleto de parches. Un sitio paradisiaco y a la vez tortuoso. Escalera hacia al cielo o al infierno, según se mire. Al fondo los Picos de Europa, siempre majestuosos. Por si esto fuera poco, la lluvia no suele faltar a la cita. En ocasiones le acompaña la niebla, cegando la visión de los corredores. No ven el paisaje, solamente las rampas apareciendo a traición.


En la jornada de ayer se dieron ambas condiciones. Al paso por Cangas de Onís, antesala de la subida, caían las primeras gotas. El pelotón ya sabía lo que se le venía encima. También el grupo de escapados, con Barredo ejerciendo de anfitrión. La ventaja se antojaba suficiente para los fugados, entre ellos se encontraba el vencedor. Arriba esperaban Los Lagos dispuestos a escoger ganador.


Peter Velits fue el primero en lanzarse hacia la cima. Barredo no tardó en darle alcance. En su hábitat y perfectamente conocedor del terreno, Carlos se encontraba como pez en el agua. Había subido multitud de ocasiones en solitario y esta etapa no sería la excepción. Apretó los dientes y dejó a Velits con el molde. A su ritmo y sin mirar atrás. Al paso por la Basilica “La Santina” le hizo un guiño: “hoy no podrán contigo”.


Mientras tanto, el Liquigas de Nibali marcaba el ritmo en el pelotón sin exigir demasiado. Su jefe de filas estaba subiendo Los Lagos por primera vez. No tenemos prisa. La Huesera, el tramo más duro de la ascensión, ya se encargaría de realizar la selección natural. Los expertos aseguran que el éxito de la subida, consiste en salir entero de allí. Un exceso durante esos metros te convierte en hombre muerto.


Ezequiel Mosquera aprovechó una salida en falso de Carlos Sastre para hacer su apuesta, justo antes de La Huesera. El líder le dejó marchar con la intención de controlar con la mirada, pero la niebla lo impedía. Barredo seguía a los suyo, regulando perfectamente sus energías. La etapa no podía escaparse. Nibali encabezaba el grupo de los elegidos sabiendo que el gallego no andaba muy lejos. Joaquím Rodríguez dejaba toda la responsabilidad para el maillot rojo. Hoy tocaba guardar fuerzas.


En la meta, Barredo conseguía la gloria que le negó el Tour. La niebla no dejaba ver los Lagos de Enol. No importaba. Seguro que nunca le había parecido tan hermoso aquel lugar. Mosquera arañaba unos segundos importantes para el podio y Nibali entraba en compañía Purito, sabedor de haber superado una prueba importante. Hoy se presenta un nuevo final en alto, Cotobello. Le avalan buenas referencias. Que no nos defraude.

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