Algunas ruedas resultan ser traicioneras. Un ritmo diabólico que elimina a tus rivales uno a uno. Sin piedad. Y tú detrás, empeñado en seguir ese tren. Encantado con la situación. De repente, salta la alarma. No hay batería. Falta oxígeno y las piernas no responden. Tu objetivo ahora es llegar a meta como sea. Desesperación. Así se encontraba “Purito” Rodríguez intentando seguir la estela de Ezequiel Mosquera. Un cohete.
La etapa ha servido para marcar las primeras grandes diferencias. Los que lucharán por la victoria y los que no. Uno que no lo hará será Denis Menchov. El ruso fue la primera víctima que apareció en las rampas de Pal y no habrá un tercer triunfo para él. Otra lectura que nos deja la jornada: será necesaria una alineación de los astros para que Ezequiel Mosquera gane una etapa. El gallego lo intenta todos los años, por lo civil y por lo criminal, pero no lo consigue.
Pasada la pancarta de 5 kilómetros para la llegada, el del Xacobeo Galicia lanzó su órdago. “Seguirme si podéis, me voy a por la etapa”. El líder, Joaquím Rodríguez, y Vincenzo Nibali decidieron que era buena idea acompañarle. A unos metros de distancia Igor Antón parecía tener problemas, buscaba su ritmo. Tecleaba su calculadora. Mosquera apretaba los dientes, no quería compañeros de viaje y menos dos tan incómodos.
“Purito” no tardó en saltar por los aires, imposible subir tan rápido. Cuando se percató de su error ya era demasiado tarde. Se había exigido demasiado y ahora debería sufrir para perder el menor tiempo posible. Nibali se aplicó el refrán “cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”, y se apeó en la siguiente estación. Vía libre para Mosquera, la etapa era suya.
Pero más atrás había uno al que comenzaban a cuadrarle las cuentas, Antón. El de Euskaltel había encontrado su cadencia de pedaleo y ya le pisaba los talones al gallego. Tras rebasar a Purito y a Nibali, se vio con fuerzas para buscar algo más. La etapa y la bonificación bien lo merecían. Alcanzó a Mosquera y ya no le pareció tan difícil. El pobre Ezequiel había quemado todas sus naves. Aquello no estaba previsto.
Igor fue el primero en hollar la cima, a continuación Mosquera, maldiciendo su suerte. El siguiente sería Xavi Tondo, que había calcado los pasos del vasco, yendo de menos a más. Nibali salvaba los muebles, evitando caer en la misma trampa del líder, que se dejaba un minuto en meta. Rodríguez devuelve la roja a su anterior portador, Antón. Del naranja al rojo, como los semáforos. Eso sí, después viene el verde. El mismo color que viste Nibali, “El Tiburón”. La gran amenaza.
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