domingo, 12 de septiembre de 2010

Resignado a su destino


Marchaba tranquilo Igor Antón, rodeado por sus compañeros del Euskaltel, en la cabeza del pelotón. Seguramente, con la mente puesta ya en el repecho de Peña Cabarga. Haciendo cálculos para administrar las fuerzas durante la subida. Mirando de reojo a sus rivales: Nibali, Purito y Mosquera. Pensando quien sería el encargado de dar el primer paso o sí darlo él mismo. Carretera en estado óptimo y una larga recta. Faltaban 6 kilómetros para la meta.


De repente, un bache y al suelo. Un fuerte golpe y varios metros arrastrándose por el asfalto. El cuerpo lleno de cortes y ensangrentado. El maillot rojo hecho trizas, como si un oso se hubiera liado a zarpazos. Un intenso dolor en el codo. Final de trayecto. Adiós a la Vuelta. El propio Igor parecía resignado a su mala suerte. Ni un gesto de rabia, ni una mueca de desesperación. Como si estuviera avisado de que aquí terminaba su historia.


Al igual que en 2008 bajando El Cordal, cuando ya apuntaba al podio, una caída ha dejado fuera de combate al vasco. En el pelotón nadie preguntó ni se hizo amago alguno de esperar. La desaparición del líder se asumió con total naturalidad. La carrera ya estaba lanzada. Vincenzo Nibali asumió la responsabilidad como virtual maillot rojo y puso a sus compañeros de equipo en las primeras posiciones.


Los hombres del Liquigas marcaban el ritmo deseado por “El Tiburón”, que ya asomaba la aleta. Otros como Joaquím Rodríguez y Ezequiel Mosquera, parecían expectantes. Que sean otros los que abran fuego. Nibali no tardó en soltar su hachazo con doble intención: etapa y liderato (físico y psicológico). El italiano cogía unos metros de ventaja. Insuficientes.


Arrancó Purito, mucho más frío y calculador que en Andorra. Esta vez no estaba dispuesto a quedarse sin gasolina. En el mismo instante en que daba caza al “escualo”, se sintió ligero y entero. Órdago a la grande y ajustició a Nibali. La etapa tenía que ser suya. Las bonificaciones serían las encargadas de escoger al heredero del desafortunado maillot rojo.


El del Katusha fue el primero en divisar la meta. Cuatro segundos inclinaron la balanza a favor de Nibali, el nuevo capo de la carrera. El voluntarioso Mosquera volvía a rozar la victoria pero ya huele a podio. Mientras tanto, Antón ya viajaba en coche al hospital. La Vuelta pierde a uno de sus más claros aspirantes. Ahora el italiano tiene la sartén por el mango. Serán los nuestros los encargados de evitar que “La roja” ponga rumbo al país transalpino. Hoy segunda parte del “tríptico cantábrico”. Llegan Los Lagos. Lugar sagrado y tumba de muchas ilusiones.

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