Acabamos de presenciar a lo que ha sido, casi con total seguridad, la mejor final de la NBA de los últimos años. Los Lakers se han coronado como el mejor equipo por segundo año consecutivo y esta vez lo hicieron sufriendo como nunca. Como muchos aventuraban, la gran final entre Los Ángeles y los Boston Celtics se tuvo que decidir en el 7º partido. Un partido intenso, sin un juego brillante, pero totalmente épico. Bastaba con mirar la cara de los jugadores para saber la tensión que se estaba viviendo.
Pero vayamos al comienzo de la final, en Los Ángeles. Allí los Lakers, con Pau y Kobe a la cabeza, “barrieron” en el primer partido y algunos presagiaron un desenlace por la vía rápida. Pero Boston no se encogió, habían dejado a dos “cocos” como Cleveland y Orlando por el camino y no estaban dispuestos a dar su brazo a torcer. Dirigidos por un magistral Rajon Rondo y un Ray Allen estratosférico, que se marcaba el récord de triples en una final (8), daban un puñetazo sobre la mesa y arrebataban a los Lakers el “factor cancha”.
El TD Garden de Boston recibía a los dos equipos con sus mejores galas y el “Welcome to the jungle” a todo volumen, la final no podía regresar a Los Ángeles. No contaban con Derek Fisher, el capitán angelino siempre aparece cuando más se necesita, ponía el 2-1 demostrando a los Celtics que ellos tampoco se arrugaban. Pero Boston es un rival durísimo, un bloque compacto de jugadores con mucho oficio. Rondo y la aparición de Pierce en los dos siguientes encuentros, colocaban el 2-3 y a Boston a una sola victoria de la gloria. Las alarmas saltaban en los Lakers, con el “bajón” de algunos jugadores y al borde del precipicio.
La final volvía a Los Ángeles. Primer “match ball”. Salida en tromba de unos Lakers que recuperaban su mejor nivel, en un encuentro que llegaron a dominar por más de 20 puntos. Empate a tres. Los dos equipos más laureados se iban a jugar el anillo de campeón en el 7º y último encuentro. La final al rojo vivo. Todo o nada. El partido fue muy trabado. Los Lakers dominaban el rebote pero se veían lastrados por unos pésimos porcentajes, en especial los de Kobe Bryant. Los Celtics estaban realizando un partido muy serio y no tardaron en despegar en el marcador. En el tercer cuarto su ventaja llegaba a los 13 puntos. La final comenzaba a tener un claro color verde.
Pero vayamos al comienzo de la final, en Los Ángeles. Allí los Lakers, con Pau y Kobe a la cabeza, “barrieron” en el primer partido y algunos presagiaron un desenlace por la vía rápida. Pero Boston no se encogió, habían dejado a dos “cocos” como Cleveland y Orlando por el camino y no estaban dispuestos a dar su brazo a torcer. Dirigidos por un magistral Rajon Rondo y un Ray Allen estratosférico, que se marcaba el récord de triples en una final (8), daban un puñetazo sobre la mesa y arrebataban a los Lakers el “factor cancha”.
El TD Garden de Boston recibía a los dos equipos con sus mejores galas y el “Welcome to the jungle” a todo volumen, la final no podía regresar a Los Ángeles. No contaban con Derek Fisher, el capitán angelino siempre aparece cuando más se necesita, ponía el 2-1 demostrando a los Celtics que ellos tampoco se arrugaban. Pero Boston es un rival durísimo, un bloque compacto de jugadores con mucho oficio. Rondo y la aparición de Pierce en los dos siguientes encuentros, colocaban el 2-3 y a Boston a una sola victoria de la gloria. Las alarmas saltaban en los Lakers, con el “bajón” de algunos jugadores y al borde del precipicio.
La final volvía a Los Ángeles. Primer “match ball”. Salida en tromba de unos Lakers que recuperaban su mejor nivel, en un encuentro que llegaron a dominar por más de 20 puntos. Empate a tres. Los dos equipos más laureados se iban a jugar el anillo de campeón en el 7º y último encuentro. La final al rojo vivo. Todo o nada. El partido fue muy trabado. Los Lakers dominaban el rebote pero se veían lastrados por unos pésimos porcentajes, en especial los de Kobe Bryant. Los Celtics estaban realizando un partido muy serio y no tardaron en despegar en el marcador. En el tercer cuarto su ventaja llegaba a los 13 puntos. La final comenzaba a tener un claro color verde.
Los Lakers estaban muertos y en esas apareció Ron Artest para salvar a su equipo. “Ron-Ron” había estado muy irregular durante la final, pero un par de acciones suyas metieron a los Lakers de nuevo en el partido. El último cuarto iba a ser de infarto. Era la hora de los elegidos. Kobe Bryant y Pau Gasol así lo entendieron. Asumían toda la responsabilidad y ponían a los Lakers por delante. En ocasiones contaron con la colaboración de Artest y el eterno Derek Fisher. Los Celtics se asustaron, pero a 2 minutos del final buscaron dar un zarpazo definitivo, el partido estaba precioso, con peleas constante bajo los tableros. Una serie de triples consecutivos en una y otra canasta ponían a todo el mundo en pie.
Al final, victoria para los Los Ángeles Lakers (83-79), vengando la derrota de 2008. es el 16º anillo para los de púrpura y oro, que se colocan a uno de Boston y el 11º para el técnico Phil Jackson, al que ya no le caben en la mano. Kobe Bryant, que ya suma cinco entorchados (a sólo uno del gran Michael Jordan), fue nombrado MVP de las finales por segundo año consecutivo. Pero el verdadero ganador fue Pau Gasol. El español se ha ganado el respeto de toda la NBA y son muchos los que consideran al pívot catalán como merecedor del MVP. Gasol vuelve a tocar el cielo. Hace un año me preguntaba donde estaba su techo. Todavía sigo sin saberlo.
Al final, victoria para los Los Ángeles Lakers (83-79), vengando la derrota de 2008. es el 16º anillo para los de púrpura y oro, que se colocan a uno de Boston y el 11º para el técnico Phil Jackson, al que ya no le caben en la mano. Kobe Bryant, que ya suma cinco entorchados (a sólo uno del gran Michael Jordan), fue nombrado MVP de las finales por segundo año consecutivo. Pero el verdadero ganador fue Pau Gasol. El español se ha ganado el respeto de toda la NBA y son muchos los que consideran al pívot catalán como merecedor del MVP. Gasol vuelve a tocar el cielo. Hace un año me preguntaba donde estaba su techo. Todavía sigo sin saberlo.
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