
El Fútbol Club Barcelona se quedó fuera de la final de Madrid. En su lugar estará el Inter de Milán que vuelve a una final 38 años después. Una final que según Mourinho, “para el Inter era una ilusión y para el Barcelona una obsesión”. El ambiente se había calentado bastante en los días previos al partido y eso al final se reflejó en un partido “trabado” y con pocas oportunidades.
El Barça afrontaba el partido recurriendo a la épica. Insufló en el aire una atmósfera de remontada “imposible”, incluyendo el llamamiento de los jugadores a la afición. Todo esto resulta tan innecesario como contradictorio, para un equipo cuyo principal argumento es el buen juego, el trato exquisito con el balón. Una filosofía que consiste en “madurar” la jugada hasta que aparezca el hueco o el pase, sin prisas ni atropellos. Es cierto que el equipo azulgrana nunca recurrió a las prisas ni al pelotazo, pero si se apreció un cierto bloqueo o “agarrotamiento” de los jugadores ya sea por la presión o el excelente trabajo defensivo del Inter.
Porque el planteamiento de Mourinho es una agresión al “jogo bonito”, pero sus resultados son incuestionables. El técnico portugués le ganó la partida a Guardiola, que no supo o no pudo reaccionar ante semejante muralla defensiva. La expulsión de Motta sólo sirvió de excusa para reforzar los argumentos de “Mou”, que propiciaron situaciones tan inverosímiles como ver a un delantero centro como Etoo, defendiendo en la banda como un lateral. El Inter provocó un verdadero cortocircuito en la señal del Barcelona, hasta tal punto que sólo concedió tres ocasiones: un disparo de Messi (su única aparición), un cabezazo de Bojan que se fue por milímetros y el gol de Piqué en posición ilegal.
El tiempo se consumía sin que el Barça encontrara la forma de hincarle el diente a la portería de Julio César. Jugadores importantes como Ibrahimovic, Messi, Xavi o Alves estuvieron totalmente desaparecidos y al final su equipo lo pagó. El Inter de Milán se cita con el Bayern en la final del 22 de mayo, mientras que el Barcelona deberá reponerse del varapalo si no quiere llevarse otro más doloroso y definitivo en








El último kilómetro de la carrera, coincidía con el paso por el Obelisco de Axum, monumento etíope expoliado por las tropas italianas 23 años atrás, durante la Segunda Guerra Italo Abisinia. Fue en ese mismo punto, donde Abebe Bikila lanzó su ataque definitivo. Abdesselam no pudo seguir al etíope, el cual entró en primer lugar con un tiempo de 2 horas, 15 minutos y 16 segundos (mejor marca de todos los tiempos en aquel momento). Bikila se convertía en el primer africano que ganaba un oro olímpico.
La suerte no le acompañaría en las Olimpiadas de Mexico, en 1968. Una fisura en el pie y problemas de adaptación a la altitud le hicieron abandonar en el kilómetro 17 de la prueba. Para consuelo de Abebe, su compatriota Mamo Wolde consiguió la victoria.